Quién iba a decir a los aficionados de Unionistas Club de Fútbol que en el último minuto de partido, Razvan lograría marcar el gol que lo llevaría en volandas a Segunda División B. Esa categoría en la que los mismos unionistas vieron desaparecer a la Unión Deportiva Salamanca, a la que hoy siguen honrando.
Era el día clave, marcaban las siete de la tarde y once blanquinegros de corto saltaban al terreno de juego para conseguir una meta: ascender a Segunda B. Era día grande, y las Pistas, una olla a presión con cientos de voces animando a un equipo al que han acompañado desde sus cimientos en provincial.
90 minutos agónicos, tras cuatro años compitiendo, Unionistas estaba a dos goles de alcanzar la gloria, pero no sería fácil, como reza su lema, «Ad Astra Per Aspera». Los de Astu tenían que remontar un gol que el Socuéllanos hizo en su casa, dos goles bastaban. Manjón remató un balón que puso Cristo para despertar la ilusión de todos, el 1-0 que igualaba la eliminatoria para desatar el delirio, un delirio que se tornó en frustración cuando Zurdo lanzó una falta perfecta que entró por la escuadra de la portería de Molina. Un duro revés justo antes del descanso que significaba que Unionistas tendría que marcar al menos dos goles más.
Como un esfuerzo intangible por parte de los dos conjuntos podría definirse la segunda parte, un peligro para los corazones de una afición que no dejó nunca de animar a su equipo. Y llegó el segundo gol para Unionistas, un penalti que transformó Chuchi, un argumento para seguir creyendo que el ascenso era posible.
Nadie podía imaginar, que en último aliento del partido, un penalti se convirtiera en la oportunidad para que Unionistas comenzara a saborear su sueño. Pero así fue, Razvan hizo el tanto decisivo para los charros, que ya habían cumplido su sueño y aterrizaban en su estrella de la Segunda División B.
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